abril 19, 2012

Ordenar la estantería

Update: Me hubiese gustado que nos peleemos menos durante la charla, que hayamos podido bajar un poco, y también saber que there was a common ground for us. 
Me gustó el abrazo.

Un día hace un par de días me desperté de mi sueño y me levanté decidido a extrañarte. Salí de la cama y me pregunté si ése día iba a ser uno más de esos días en que tenía la mitad del cerebro bloqueado por pensarte; me respondí rápido que sí y acepté la pesadumbre para convivirla en paz hasta el fin del día. Es decir, me resigné a extrañarte. Desayuné bien pero me daba paja convivir con vos en mi cabeza, así que me encaré: tuve una charla conmigo mismo que no duró más que una pregunta y una respuesta. Con tono serio y mirándome a los ojos para no mentirme, me pregunté qué era lo que extrañaba. Y la respuesta fue tan mágica que solucionó todos los días que siguieron. Me di cuenta que no tenía nada que extrañar. Así de simple.

O sea, sí puedo extrañar algunas risas o alguna charla, pero... no hay mucho más. No sé, tampoco voy a caer en la bajeza de decir que extraño que me regales remeras, parlantes, libros, galletitas, tazas, porque te imaginarás que nada de eso me lo puedo poner el corazón ni en el recuerdo imborrable por siempre presente y combustible para el motor que construye el sueño de la vida, sería una falta de respeto. Claro que se los re agradezco y esta canción que escucho suena mejor porque los parlantes tienen buenos bajos y blah blah, pero saber que no tengo nada que extrañar me hace sentir bien porque me ocupo de ponerme en falta cada vez que mi corazón decide que es buena idea extrañar a la persona que no quería que la acompañe a la parada del colectivo para no deberme nada.

No hay comentarios.: